viernes, agosto 26, 2005

Filósofos religiosos



Un pensamiento religioso no siempre proporciona una religión. El platonismo perduró como una religión entre otras. Invirtiendo la fórmula nietzscheana, podría considerarse el platonismo como un cristianismo para los filósofos.

M. Onfray

miércoles, agosto 24, 2005

Stella Accorinti, SOCRATES - Capítulo 5



EL MATRIMONIO







–Sí, claro, sí, sin duda. La razón te pertenece. Sí, sí, sí.
La mujer gritaba y agitaba sus manos con impaciencia. El hombre, sentado, la miraba como con indiferencia.
–No diga el señor. ¿Y con qué quiere el señor que le dé de comer a los hijos? ¿Con las dracmas miserables de su gloria de hoplita? ¡No me alcanza!
–Jantipa… –comenzó a hablar él.
–¡Silencio! –lo interrumpió la mujer –¡No te permito hablar! ¡Bastante habla el señor en el ágora todo el día! ¿Todavía conservas la lengua? ¿Cómo no se te cae a pedazos? Petiso feo. ¡Dioses! ¿Por qué me casé con este hombre? –clamó, levantando los brazos hacia lo alto.
–Tu mal carácter… –terció él.
– ¡Mi mal carácter, mi mal carácter! ¿Quién tiene mal carácter? ¿Yo? ¿Y quién dice eso? ¿Tus amigos? ¡Hombres! ¡Todo el día en el ágora, no saben nada de la economía de la casa, no les importa, no es su problema, entonces, cuando una mujer se enoja justamente porque su esposo no cubre las necesidades domésticas, como debe ser, entonces esa mujer tiene mal carácter!
–El casamiento es un mal necesario… –musitó el hombre, como hablándose a sí mismo.
–¡Al fin estamos de acuerdo! ¡Eso mismo! ¡El casamiento es un mal necesario! –le respondió ella.
–¿Todo el día en el agorá? –dijo, siguiendo el hilo de sus pensamientos y levantando la mirada hacia Xantipa–. Me he dedicado a filosofar durante diez años antes de casarme contigo. Me conociste así, sabías quién era, qué hacía… Es verdad, no podré decir de ti que gastas como una Cesira, pero ¿qué puedo hacer yo, ofrecerte lo que no tengo? Tengo olivos, y no nos falta aceite, tenemos algunas ovejas, y algunos panales también. No es poco.
–Hombre de Alopece –dijo la mujer– si tuvieras que dar de comer a tus hijos, ¿cómo harías? Porque nada saben tus argumentos y tu filosofía de mis preocupaciones cotidianas. ¿Acaso te importamos? ¿Acaso te importan tus hijos? Pido lo que es justo. No pido para mí, pido para ellos. Y si pidiera para mí, justo sería también. En realidad, es visible tu desprecio hacia la mujeres.
–No es cierto –replicó él con vivacidad –¡Diótima fue mi maestra! Y lo fue Aspasia. Siempre visito a Aspasia con mis amigos, ella sigue siendo una maestra. Ella habla de sus ideas libremente.
–¿Libremente? –replicó Jantipa–. ¿Acaso Aspasia puede hablar en los lugares de culto, puede hablar en las asambleas? Que se vista una mujer con el manto de los filósofos y salga a la plaza pública, y veremos qué sucede…
–Pero han sido mujeres mis maestras, y tengo amigas mujeres, no odio a las mujeres…
–¡Exacto! –replicó ella–. Estás pronto para que una mujer te dé lo que pides, pero no para darle a ella lo que necesita. Por eso mi hijo y los hijos de Mirto sufren por tu causa. Algún día, lo prometo, Mirto y yo, mientras estés dormido, te pelaremos, te sacaremos los pocos pelos que viven en tu cabeza, a ver si así, sin cabellos, el aire del ágora te refresca las ideas y comienzas a traer dinero suficiente al hogar.

Y continuó, cada vez más enojada:

–Haz un esfuerzo, intenta oler dónde hay trabajo. Nariz en esa cara, sobra, ¿no es así? Eres un zeugita, debes trabajar para obtener dinero. ¿De qué otra forma, si no? Y deja ya de hablar de las mujeres, que somos parteras, cirujanas, recogemos las cosechas, cocinamosy cuidamos niños, mientras vosotros parlotéais en el ágora. Sabemos cómo juntar hierbas medicinales, cómo secarlas y cómo hacer las mezclas. Hemos descubierto las hierbas buenas para el estómago y las hierbas malas para el corazón, y sabemos que todas son remedio y veneno. Hierbas y raíces, nuestro mundo, del cual vosotros sabéis nada. Criamos a los niños, soportamos a los maridos insensibles, vamos a buscar agua, nos ocupamos de la casa. ¿Quién se dio cuenta de que la salud de la polis estaba mejor si eliminábamos los miasmas de la pobreza? ¿Fue un hombre, lo fue? No lo fue ¿Quiénes practicamos los abortos? Las mujeres. Y a mujeres se los hacemos, claro. Putas, parteras, esposas y esclavas.

Se detuvo por un momento, mientras el hombre la miraba en silencio:

–¿Algo más tenemos que hacer? ¡Oh, sí, entiendo a Hera! ¡Hasta entiendo a sus cigüeñas consagradas! Si al cabo, las mujeres tenemos eso de sobra: ¡comprensión! Descubrimos las tinturas, inventamos la aguja, y tenemos que cuidar la agricultura porque los señores están muy ocupados. ¡Por la diosa! Médicas, adivinas, matemáticas, curalotodo, reinas de la paciencia y la comprensión, madres, hermanas, hijas. ¡Hasta cuándo! Pero ya se sabe, qué podemos esperar, Poseidón creó el caballo, animal de la guerra y fue Athena quien nos dio el olivo…
–Casarse y arrepentirse, no casarse y arrepentirse –masculló el hombre, aún sentado en la misma posición.
–Necesito pagar hoy al maestro de música de Lámprocles. Mirto debe pagar al maestro de gimnasio de Sofronisco, y llevarle un obsequio a la partera, su embarazo está avanzado –informó la mujer– ¡No contento con una esposa y un hijo, en esta casa tienes dos mujeres, dos hijos y uno que llegará en breve! ¡No alimentaba a dos hijos, no alimentará a tres… –murmuró Jantipa, moviendo la cabeza y enarcando las cejas.
–Debo ir a ver a Alcibíades –dijo él por toda respuesta.
–Hombres..., es lo que yo digo –le espetó ella.
–Es natural que me guste lo que es bello –replicó él, poniéndose de pie e intentando dar por terminada la discusión
–¿Me darás dinero o no? –casi gritó Jantipa.
–Debes administrar mejor –dijo él, dirigiéndose hacia la puerta.
–¿Administrar mejor? ¡La vergüenza se ha perdido! –gritó ella, siguiéndolo–. Debería atacarte a golpes, tal como hace tanta gente en la plaza pública cuando se harta de tus preguntas, y te arrancan los pocos cabellos que te quedan, y te gritan. Y debería gritar, como gritan tantos cuando te acercas, “!Huyamos, allí viene Sócrates!”, dicen, y los grupos se desbandan y la gente se va del ágora ante tu presencia. Como dicen tantos de tus conciudadanos, eres la peste.
–Molestarlos, eso es lo que busco –responde Sócrates–. Y a veces sucede que no busco eso, pero igualmente ellos se molestan. –El hombre sonríe ante sus propias palabras–. "Ya terminemos con esto", eso suelen decirme a menudo, "danos una respuesta, Sócrates, queremos saber qué es la justicia, no que nos preguntes qué es la justicia", y se alejan, enojados y chasqueando la lengua. Sí, tienes razón, Jantipa.

Sócrates suspira, mientras golpea con los nudillos la puerta de calle para alertar a los transeúntes que alguien va a salir. Cuando comienza a abrir la puerta, un hombre detiene su marcha para que la puerta pueda abrirse en toda su extensión y Sócrates salga a la calle.
Mirando la espalda de su marido, Jantipa se pregunta por qué las puertas de las casas de la Hélade se abren hacia afuera cuando las calles son tan angostas. Otro sinsentido, piensa, como el de estos hombres que hablan de libertad todo el día en el ágora, y callan en sus casas, donde tienen a sus esclavos y a sus mujeres para ser atendidos.
–No olvides vaciar los excrementos y los orines de los amides –se despide Sócrates, con una media sonrisa sarcástica.

–Vete, vete con Querefón –grita Jantipa sin ganas, y entra en la casa sin volver a mirarlo.

Toma la calle hacia la derecha. Mientras se aleja, se dice: “No doy argumentos para que apalee un hijo a su padre, como se me acusa, pero sí los doy para que me apaleen a mí”. Y en voz un poco más alta agrega: “Jantipa es bella como Afrodita, y tal como Afrodita, siempre está llena de ira y profiriendo maldiciones. Muchos dicen que se parece a Hera, pero no es así… Se parece a Afrodita, y como ella, está casada con un hombre feo”.

Xantipa entra en el gineceo, se enjuaga la cara y las manos, y luego de secarse con un paño húmedo, se sienta y se queda pensativa largo rato. De pronto, se pone de pie casi sin pensarlo, toma el texto que su esposo le dictó el día anterior y relee:

“Cuando nació Afrodita, los dioses celebraron un banquete y, entre otros, estaba también Poros, el hijo de Metis. Después de que terminaron de comer, vino a mendigar Penía, como era de esperar en una ocasión festiva, y estaba cerca de la puerta. Mientras, Poros, embriagado de néctar –pues aún no había vino– entró en el jardín de Zeus y, entorpecido por la embriaguez, se durmió. Entonces Penía, impulsada por su carencia de recursos, piensa en hacerse un hijo de Poros, y se acuesta a su lado y concibe a Eros. Por esta razón, precisamente, es Eros también acompañante y escudero de Afrodita, al ser engendrado en la fiesta del nacimiento de la Diosa y al ser, a la vez, por naturaleza, un amante de lo bello, dado que también Afrodita es bella. Siendo hijo, pues, de Poros y Penía, Eros se ha quedado con las siguientes características. En primer lugar, es siempre pobre, y lejos de ser delicado y bello, como cree la mayoría, es más bien duro y seco, descalzo y sin casa, duerme siempre en el suelo y descubierto, se acuesta a la intemperie en las puertas y al borde de los caminos, compañero inseparable de la indigencia por tener la naturaleza de su madre. Pero, por otra parte, de acuerdo con la naturaleza de su padre, está al acecho de lo bello y de lo bueno; es valiente, audaz y activo, hábil cazador, siempre urdiendo alguna trama, ávido de sabiduría y rico en recursos, un amante del conocimiento a lo largo de toda su vida, un formidable mago, hechicero y sofista. No es por naturaleza ni inmortal ni mortal, sino que en el mismo día unas veces florece y vive, cuando está en la abundancia, y otras muere, pero recobra la vida de nuevo gracias a la naturaleza de su padre. Mas lo que consigue siempre se le escapa, de suerte que Eros nunca ni está falto de recursos ni es rico, y está, además, en el medio de la sabiduría y la ignorancia. Pues la cosa es como sigue: ninguno de los dioses ama la sabiduría ni desea ser sabio, porque ya lo es, como tampoco ama la sabiduría cualquier otro que sea sabio. Por otro lado, los ignorantes ni aman la sabiduría ni desean hacerse sabios, pues en esto precisamente es la ignorancia una cosa molesta: en que aquel que no es ni bello ni bueno ni inteligente se crea a sí mismo que lo es suficientemente. Así, pues, el que no cree estar necesitado no desea tampoco lo que no cree necesitar.

Esto que acabo de dictar a Jantipa, mi maestra Diótima, la extranjera, quien me enseñó todo sobre el amor, me ha contado.”

LAVANDA (todojuntoyconvcorta :)



TECNO


llego la nueva onda
viene de mil formas
es el nuevo celular

con luces y colores
y botones para marcar
sirve para todo
menos para llamar

tecno...moda....
soy fashion
tengo celular
tengo celular!!!!!!

tengo mis yon fus nuevas
listas para matar
adherido a mis lewis
mi nuevo celular

en la disco cace una mina
fue un golpe ocular
no me miraba a mi
sino a ... mi celular


te saco una fotito
sonrei asi salis bien
la bajo de mi celu
y te la mando por e-mail

la gente esta re-happy
la nueva moda llego
y como para no estarlo
si hasta lo usa hasta ramon



(E-mail de Lavanda : lavanda_rr@hotmail.com)

nota bene: "rr" de ramon :D

domingo, agosto 14, 2005

LINIERS

sábado, agosto 13, 2005

AMERICA LATINA



Cinco siglos igual


Letra y música: León Gieco


Soledad sobre ruinas,
sangre en el trigo
rojo y amarillo,
manantial del veneno
escudo heridas,
cinco siglos igual.

Libertad sin galope,
banderas rotas
soberbia y mentiras,
medallas de oro y plata
contra esperanza,
cinco siglos igual.

En esta parte de la tierra la historia se cayó
...como se caen las piedras
aun las que tocan el cielo
o están cerca del sol
o están cerca del sol.

Desamor desencuentro,
perdón y olvido
cuerpo con mineral,
pueblos trabajadores
infancias pobres,
cinco siglos igual.

Lealtad sobre tumbas,
piedra sagrada
Dios no alcanzó a llorar,
sueño largo del mal
hijos de nadie, cinco siglos igual.

Muerte contra la vida,
gloria de un pueblo desaparecido
es comienzo, es final
leyenda perdida,
cinco siglos igual.

En esta parte de la tierra
la historia se cayó
como se caen las piedras
aun las que tocan el cielo
o estan cerca del sol
o estan cerca del sol.

Es tinieblas con flores,
revoluciones
y aunque muchos no están,
nunca nadie pensó besarte los pies,
cinco siglos igual.

jueves, agosto 11, 2005

LOUIS ARMSTRONG



WHAT A WONDERFUL WORLD

(George Weiss / Bob Thiele)

I see trees of green, red roses too
I see them bloom for me and you
And I think to myself, what a wonderful world

I see skies of blue and clouds of white
The bright blessed day, the dark sacred night
And I think to myself, what a wonderful world

The colours of the rainbow, so pretty in the sky
Are also on the faces of people going by
I see friends shakin' hands, sayin' "How do you do?"
They're really saying "I love you"

I hear babies cryin', I watch them grow
They'll learn much more than I'll ever know
And I think to myself, what a wonderful world
Yes, I think to myself, what a wonderful world

Oh yeah

BUENOS AIRES, BUENOS AIRES....



Mi Buenos Aires querido
cuando yo te vuelva a ver
no habrá más penas
ni olvido...

miércoles, agosto 10, 2005

VEGETARIANISMO



¿Puedes realmente preguntar por qué razón Pitágoras se abstenía de comer carne? Por mi parte más bien me asombro y me pregunto por qué gran accidente y en qué estado mental el primer hombre utilizó su boca para desgarrar y llevó sus labios a la carne de una criatura muerta, tendió su mesa con cuerpos muertos y pálidos y se aventuró a llamar alimento y nutrición a esos seres que en un momento se alegraron, lloraron, se movieron y vivieron... ¿Cómo pudieron sus ojos soportar la matanza cuando sus gargantas eran cortadas y sus miembros descuartizados? ¿Cómo pudo su nariz soportar esos olores? ¿Cómo es que esa contaminación no tornó su gusto y pudo beber jugos y serúmenes de heridas mortales?... Ciertamente que no comemos leones o lobos por autodefensa, por el contrario matamos criaturas dóciles que ni siquiera tienen dientes para dañarnos. Por un poco de carne les privamos del sol, la luz y de la duración de la vida a la cual tienen derecho.

Plutarco

miércoles, agosto 03, 2005

Stella Accorinti, SóCRATES - Cuarta entrega




ARQUELAO


Es temprano todavía en este mundo, me oyes
No han sido domesticado los monstruos, me oyes
Mi sangre perdida y el aguzado, me oyes
Puñal
Que corre como carnero por los cielos
Y quiebra las ramas de las estrellas, me oyes
Soy yo, me oyes
Te amo, me oyes…
Enormes lianas y lava de volcanes…
Mis amargos guijarros cuento, me oyes…
Y las campanas abren en lo alto, me oyes
Un hondo pasaje que permita mi paso
Aguardan los ángeles con cirios y fúnebres salmos
No voy a ninguna parte, me oyes
O ninguno o los dos juntos, me oyes
Esta flor de la tormenta y, me oyes…
Y ningún jardinero tuvo la dicha en otros tiempos
Después de tanto invierno y tantos vientos fríos,
me oyes
Que nazca una flor, sólo nosotros, me oyes
Levantamos toda una isla, me oyes
Con grutas y cabos y acantilados florecidos
Oye, oye
Quién habla a las aguas y quién llora –¿oyes?
Quién busca al otro, quién grita –¿oyes?
Soy yo que grito, soy yo que lloro, me oyes
Te amo, te amo, me oyes.


Odysseas Elytis, “El monograma”

Sólo me complace el trabajo con las manos, piensa Sócrates. Como a mi padre. Como a mi madre. Con nuestras manos amasamos la justicia. Nuestros pensamientos son un cuerpo. Los animales fueron engendrados del barro. Como esta vasija. Y nacieron con calor y frío. Como el calor que dan mis manos a esta arcilla, como el frío que vendrá luego a ella cuando, ya modelada, la deje descansar.
El Universo no tiene límites. Como este cacharro. Sería una impiedad declarar lo contrario. El Universo no tienen límites, y el sol es una piedra, una piedra de calor.

Sabía que estos pensamientos lo tenían ocupado en Mantinea como en Anfípolis, en Potidea como en Naupacto, y los traía a su mente una y otra vez para intentar distraerse. Pero la imagen de Arquéalo martillaba su cabeza. Amaba aún profundamente a Arquéalo. ¿Cuántos años tenía cuando lo conoció? Diecisiete, se dijo. Diecisiete. Fue erómeno de Arquéalo por muchos años. Todos los necesarios para su educación. Ese gran hombre lo había honrado eligiéndolo.
Sócrates recuerda aquel momento perfecto, cuando levantó la cabeza de la arcilla que estaba amasando, porque sintió una mirada posada en su nuca. Y los ojos de Arquéalo, bellos oscuros y profundos, lo atraparon para siempre. Se le acerca, acomodando con elegancia y sin afectación su manto, que parece realizado sin tintura alguna, y le pregunta:

–¿Qué es eso?
–Un cacharro –responde Sócrates, sin dejar de mirar al hombre a los ojos.
–¿Qué será entonces, luego? –insiste Arquéalo.
–Lo que los dioses quieran –recuerda haberle respondido, intencionalmente ambiguo.
Luego descubriría en los negros ojos un brillo color miel, y el amado le diría días después que él también presintió el brillo. La pasión y el deseo (no, no el deseo, se corrigió: el amor) habían hecho que la pareja tuviera la perfecta unión que requiere una excelente educación. ¡Ah! Si en Delion hubieran estado juntos… Nadie podía vencer la unión de dos guerreros amantes. El valor, el coraje, el amor y la educación van juntos.
Los amantes se buscan sin cesar. Son partes separadas de un mismo ser primigenio.

Dirigiéndose a un esclavo, Sócrates le entrega el escrito que le había dado Aristarco, y le pide que lo lea en voz alta. El esclavo se sienta y comienza la lectura:

En primer lugar, tres eran los sexos de las personas, no dos, como ahora, masculino y femenino, sino que había, además, un tercero que participaba de éstos dos, cuyo nombre sobrevive todavía, aunque él mismo ha desaparecido. El andrógino, en efecto, era entonces una sola cosa en cuanto a forma y nombre, que participaba de uno y de otro, de lo masculino y de lo femenino, pero que ahora no es sino un nombre que yace en la ignominia. En segundo lugar, la forma de cada persona era redonda en su totalidad, con la espalda y los costados en forma de círculo. Tenía cuatro manos, mismo número de pies que de manos y dos rostros perfectamente iguales sobre un cuello circular. Y sobre estos dos rostros, situados en direcciones opuestas, una sola cabeza, y además cuatro orejas, dos órganos sexuales, y todo lo demás como uno puede imaginarse a tenor de lo dicho. Eran tres los sexos, y de estas características, porque lo masculino era originariamente descendiente del Sol, lo femenino, de la tierra y lo que participaba de ambos, de la Luna, pues también la Luna participa de uno y de otro. Precisamente eran circulares ellos mismos y su marcha, por ser similares a sus progenitores. Eran también extraordinarios en fuerza y vigor, y tenían un inmenso orgullo, hasta el punto de que conspiraron contra los dioses. Y lo que dice Homero de Esfialtes y de Oto se dice también de ellos: que intentaron subir hasta el cielo para atacar a los dioses. Entonces, Zeus y los demás dioses deliberaban sobre qué debían hacer con ellos y no encontraban solución. Porque, ni podían matarlos y exterminar su linaje, fulminándolos con el rayo como a los gigantes, pues entonces se les habrían esfumado también los honores y sacrificios que recibían de parte de los hombres, ni podían permitirles tampoco seguir siendo insolentes. Tras pensarlo detenidamente dijo, al fin, Zeus: Me parece que tengo el medio de cómo podrían seguir existiendo los hombres y, a la vez, cesar de su desenfreno haciéndolos más débiles. Ahora mismo, dijo, los cortaré en dos mitades a cada uno y de esta forma serán a la vez más débiles y más útiles para nosotros por ser más numerosos. Dicho esto, cortó a cada individuo en dos mitades, como los que cortan las serbas y las ponen en conserva o como los que cortan los huevos con crines. Y al que iba cortando ordenaba a Apolo que volviera su rostro y la mitad de su cuello en dirección del corte, para que el hombre, al ver su propia división, se hiciera más moderado, ordenándole también curar lo demás. Entonces, Apolo volvía el rostro y, juntando la piel de todas partes en lo que ahora se llama vientre, como bolsas cerradas con cordel, la ataba haciendo un agujero en medio del vientre, lo que llamamos precisamente ombligo. Así, pues, una vez que fue seccionada en dos la forma original, añorando cada uno su propia mitad, se juntaba con ella y rodeándose con las manos y entrelazándose unos con otros, deseosos de unirse en una sola naturaleza, morían de hambre y de absoluta inacción, por no querer hacer nada separados unos de otros. Y cada vez que moría una de las mitades y quedaba la otra, la que quedaba buscaba otra y se enlazaba con ella, ya se tropezara con la mitad de una mujer entera, lo que ahora llamamos precisamente mujer, ya con la de un hombre, y así seguían muriendo. Compadeciéndose entonces Zeus, inventó otro recurso y trasladó sus órganos genitales hacia la parte delantera, pues hasta entonces también éstos los tenían por fuera y engendraban y parían no los unos en los otros, sino en la tierra, como las cigarras. De esta forma, pues, cambió hacia la parte frontal sus órganos genitales y consiguió que mediante éstos tuviera lugar la generación en ellos mismos, a través de lo masculino en lo femenino, para que si en el abrazo se encontraba hombre con mujer, engendraran y siguiera existiendo la especie humana, pero, si se encontraba varón con varón, hubiera, al menos, satisfacción de su contacto, descansaran, volvieran a sus trabajos y se preocuparan de las demás cosas de la vida. Desde hace tanto tiempo, pues, es el amor de los unos a los otros innato en los hombres y restaurador de la antigua naturaleza, que intenta hacer uno solo de dos y sanar la naturaleza humana.

El esclavo mira a Sócrates, y espera. Cuando Sócrates sale de su ensueño, le entrega dos monedas al esclavo, quien agradece, devuelve el escrito y se va.

Aristarco tiene sus ideas muy bien definidas, piensa Sócrates, y su boca se tuerce en una mueca de disgusto. Las mujeres son de la tierra y la materia, los hombres son del sol, la forma y el único conocimiento verdadero. Para él, sólo los hombres son racionales, pero no lo son las mujeres. Es un planteo grosero. Seguir las ideas de la mayoría y sustentarlas no es tarea filosófica. Si la opinión común cree que las mujeres son sólo receptáculos y que somos los hombres quienes otorgamos la vida, es algo que debemos cuestionar, no algo que debemos asentir. Cuánto error hay en la cabeza aristocrática de mi discípulo… Qué haré contigo.
Ay, Platón, Platón… Te conocí cuando tenías veinte años y yo sesenta y tres. Tus anchas espaldas te hacen soportar muchas ideas pesadas, pero algún día deberás sacudírtelas, por tu bien y por el bien de la polis… Porque tus ideas, mi querido Platón, están sosteniendo el poder que los hombres tienen en la polis. Y no es bueno para el filósofo estar del lado del poder… Tú cuestionas las formas, pero no cuestionas el fondo… Discutes los detalles pero ni siquiera ves que estás de acuerdo con el núcleo. Tus planteos sobre el amor son bellos, oh, eso sí… Yo también puedo estar de acuerdo con algunos detalles…

Dos jóvenes pasean charlando animadamente y Sócrates les pregunta:

–¿Quiénes son superiores, jóvenes, los hombres o las mujeres?
–¡Los hombres! –responden a coro los muchachos.
–¿Por qué?
–Porque sí.
–Porque sí no es una buena razón, ni siquiera es una razón. ¿Por qué?
–Porque los dioses hicieron a Pandora para mal de los hombres.
–¿Por qué?
–¿Dudas de los dioses?
–No. Sólo pregunto por qué.
–¿Por qué qué?
–Por qué los dioses hicieron a Pandora para mal de los hombres.
–Esas son cosas de los dioses, anciano.
–Pero por qué vosotros creéis eso.
–Porque no hay más que mirar a las mujeres. Son inferiores.
–¿Por qué?
–Están en la casa todo el día y se ocupan de tareas propias de seres inferiores.
–¿Son inferiores y por eso ejercen esas tareas o esas tareas las vuelven inferiores?
–Las dos cosas.
–¿Cómo es eso?
–Porque son inferiores deben hacerlas.
–¿Quién dice que son inferiores?
–Siempre ha sido así, todos lo dicen.
–Y vosotros, qué decís.
–Lo mismo.
–¿Porque lo habéis pensado por vosotros mismos o porque repetís lo que dicen los demás?
–Todos repetimos lo que se dice, pero porque lo hemos pensado
–¿Por vosotros mismos?
–Sí anciano, de qué otro modo si no.
–Quizá una cosa sea pensar y otra pensar por nosotros mismos…
–Sócrates, para qué dar tantas vueltas a las cosas. Estamos apurados, adiós.

Moviendo la cabeza con un dejo de pena, Sócrates suspira, se pone de pie y emprende el camino hacia su casa.


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